domingo, 26 de septiembre de 2010

Ahora sí...

Después de una presentación y la bienvenida con un poema de Neruda, toca ahora sí el primer escrito que les queremos compartir; se trata de nuestras autobiografías hechas para un taller de Redacción, en ellas dejamos los hechos que han marcado nuestras vidas...


Aprender a vivir
por Eleane Proo

Llegué de la escuela, la comida no estaba servida como todos los días, mamá llamó del trabajo para decirme que comiera fuera de casa y papá sentado en el sofá platicaba con un cigarro.
Por la noche, escuché una pelea y no entendí que quería decir el vómito de palabras de mis padres; mi madre sólo metía su ropa en las maletas y tiraba de mi brazo para que la acompañara, me resistí y me quede con mi padre esa noche a dialogar con sus ronquidos.
Tres meses no supe nada acerca de ella, pero conocí a mis cuatro medios hermanos y sus tres respectivas progenitoras.
Perdí el año escolar y jamás entendía que rayos pasaba en mi alrededor. Nunca se me dieron explicaciones, conocí por vez primera una delegación y horas fastidiosas de preguntas obvias sobre el trato que me daban mis papás.
Cuando terminó el proceso legal, al fin vi a mi madre y viví a su lado, ahora tuve que olvidar la presencia de mi papá, hasta un año después que decidieron volver a estar juntos.

Mi maestra me llamó con tono fuerte, al llegar a su escritorio me pidió leer unas hojas que hablaban sobre Benito Juárez. Cuando terminé, me  informó de mi inscripción en un certamen de Oratoria, “¡maldita sea!” (pensé, no había otra cosa que odiara más que hablar en público). Tenía dos semanas para memorizar cinco hojas que hablaban de la importancia del papel político que tuvo el Benemérito de las Américas en el país, mismas que debía argumentar frente a un auditorio en menos de quince minutos.
Los resultados fueron inesperados para mi, pasé la primera, segunda, tercera etapa, hasta llegar a las nacionales. Descubrí entonces que mi pánico escénico había desaparecido.


Estudié tres años en un Taller de  Productos Alimenticios (mejor conocido como Cocina), era mucho el tiempo que tenía libre; un día el profesor se vio envuelto en un caso de pedofilia y fue despedido. El curso ya estaba pagado, entonces el director me pidió escoger otro taller para cubrir los tres meses que faltaban. Escogí computación, la clase era aburrida y sólo hacíamos textos en Word.
Fabiola, mi compañera, ganó una beca para estudiar un año un curso de Multimedia en el  instituto “American High School”, pero para desgracia suya su madre había muerto y le era imposible asistir a sus clases, para fortuna mía, me cedió la beca.
El colegio era uno de los más caros del país, aprendí a “parlar” (así decía mi profesor) el inglés y conocí compañeros y maestros de varias universidades, que más tarde me ayudarían a colocarme en un puesto laboral.
Terminado el año y mi estancia en el curso, trabajé doce meses para la misma instancia, pude dar clases y grabar algunos programas de radio.

Una decisión debía tomar pronto, la solicitud para el pase reglamentado a la universidad estaba próxima a expirar. Amaba el Derecho y en mi familia llena de abogados seguramente tendría un espacio para trabajar, pero Comunicación me gustaba también, lo que decía el perfil de egresados en la Guía de Carreras tentaba mi decisión.
Fue entonces que me inscribí en un seminario de  Elección de Carrera, conocí abogados y comunicólogos, asistí de oyente a varias facultades, investigué costos, demanda, campo laboral, pero nada hacía decidirme por una.
Escogí Pedagogía el último día para enviar la solicitud, mamá y papá rieron mientras que yo decidí guardar silencio ante mis amigos. Una semana después acudí a mi escuela a hacer cambio de carrera para elegir, por fin, Comunicación.  
Un cambio en mi vida me alcanzó, un momento que veía venir pero no quería que llegara, el estudio de mi carrera profesional. Cada amigo escogió una facultad diferente, sabía que ya no los vería tan seguido como antes, además mi mejor amiga se había quedado en el turno vespertino y yo en el matutino.
Conocí nuevos amigos, otros horarios, profesores multifacéticos, tareas  más tediosas, y sobre todo al chico que se encargó de robarme el sueño los siguientes meses.
Llevaba dos semanas en clases y nunca lo había visto, hasta el día que se acercó a preguntarme una tarea. De primer vistazo, no me despertó ni la más mínima de las atracciones, eso ocurrió hasta la primera cita. Pasaron los meses, fuimos novios, amigos, novios de nuevo, y amigos otra vez. Él iba y venía, yo siempre lo esperé y accedía a todos sus deseos. De esa experiencia sólo me lleve el corazón roto y reconstruido en más de una ocasión.
Canciones, deportes, borracheras, viajes, familia, escuela, compras y citas con otras personas, son algunos de los elementos a los que recurrí para olvidarlo y dejarlo al fin.

Escuela, biblioteca, amigos, y casa; mi rutina diaria. Cuando llegué la comida no estaba servida como todos los días, mamá llamó del trabajo y me pidió que comiera fuera de casa; papá sentado en el comedor platicó ahora con un café.
Por la noche, escuché la pelea y entendí cada uno de los reclamos que se decían uno al otro. Papá no hizo maletas ni tiró de mi brazo para llevarme con él, pero sí salió por la puerta, la cual nunca volvió a cruzar para entrar.
Esta vez no hubo delegación, ni año escolar perdido, el cristal de mis ojos ya no se rompió, los años enseñaron a mis padres a usar la boca para hablar y no las manos para golpear; me enseñaron, a comprender que las decisiones deben asumirse como consecuencia de actos, y que en ocasiones no está en mis manos arreglarlas.

Mi primer amor
por Melissa Jiménez
 Todavía recuerdo ese primer día de clases en la facultad, estaba sumamente nerviosa, había entrado a la universidad y estaba por descubrir  un mundo nuevo lleno de conocimientos hasta esos momentos inexistentes para mí. Jamás imaginé que ese día conocería a mi primer amor.
Ese amor me haría suspirar, me robaría el aliento de mis próximas respiraciones, sería el dueño de mis pensamientos, y provocaría en mí tantas emociones y sentimientos que no se podrían explicar con las palabras (me podrán  entender aquellas personas que hayan tenido la dicha de haberse enamorado).
Ese primer amor nunca se volverá a repetir, me enamoraré mil y un veces, pero jamás volveré a sentir lo mismo. No sé si lo amé poco o mucho, pero esos instantes que pasamos juntos me hicieron tan feliz, llena de placeres y hasta el límite de mis emociones. En ocasiones llego a creer esa fue la causa de despertar de ese sueño, que no volveré a tener y por momentos me gustaría no haber tenido.
Pero existió, le abrí mi alma y mi vida; esa noche, después de habernos amado con locura y besado hasta donde antes no habíamos llegado, fue cuando nos conocimos mejor. Le hablé de mi infancia, momentos que mi mamá coloreaba de rosa, mi mundo era tan alejado de los problemas cotidianos, siempre me ha cuidado, por ella soy cómo soy.
Acostados sobre su cama, y con nada encima de nosotros más que sus sábanas de algodón, le conté también sobre lo que marcó mi vida para siempre, se terminó el mundo rosa y recobró sus verdaderos colores. No he vuelto a llorar como cuándo se separaron mis papás, mi vida se desmoronó frente a mis ojos. Comenzarían nuevos días.
Desde ese momento la relación con mi papá no ha sido la misma, de ser mi súper héroe favorito, pasó a ser la persona más odiada, lo veo muy pocas veces al año. Esa figura paternal siempre me ha hecho falta, en ocasiones veo hacia el cielo y recuerdo los buenos tiempos que pasamos juntos. Eso me hace añorarlo, buscarlo, pero buscarlo en otras personas. Fue en ese primer amor donde lo encontré.
El día que le presenté a mi mamá y a mi hermana, estaba muy nerviosa. Era cruzar la línea invisible, ese tabú de presentar a mi novio con la familia, era bastante serio, pero creí estar lista, él conocería esa parte de mí. Mi mamá tenía que darle su visto bueno. Salimos en un par de ocasiones, encajaba bastante bien.
Mi hermana, ese pequeño ser me hace muy feliz cada mañana (soy su segunda madre), trató de sustituir la ausencia de mi papá conmigo, llevándola a la escuela, ayudándola con su tarea, dándole un buen ejemplo a seguir; eso me aterra, es una gran responsabilidad, no quisiera fallar, hago lo mejor posible.
Una tarde después de comer en su casa, le platiqué sobre mi viaje a Londres, mi sueño hecho realidad. Desde que tengo memoria siempre había querido ir. Las fotos no mienten, mi felicidad se puede percibir con el simple hecho de verlas. Esas semanas fueron las mejores hasta ahora.
No podía compartir mi vida con él si no conocía a mis amigos, la primera vez que salimos todos juntos fue una cita quíntuple. Regresé a saludar a mi vieja prepa 9, después de ahí, fuimos por un café y todos nos conocimos. Mi mejor amiga llevaba a su nuevo novio y yo al mío, todos reímos ese día.
Todo iba bien, un círculo de felicidad completa, no me podía quejar de nada, los días transcurrían, mi vida pasaba y los pequeños problemas cotidianos se solucionaban. No había nada que quisiera cambiar.
Pero todo sueño termina, lo que empieza siempre llega a su fin. Esa tarde él cambió de opinión, ya no quiso continuar compartiendo sus respiraciones conmigo, me dejó un nudo en la garganta, un vacio en el estómago, una impotencia y unas ganas de llorar, ni un litro de helado de chocolate o unas dosis de tequila lograron eliminar ese dolor.
Cuando camino por la calle algo me recuerda a él, no es un olor, ni una imagen alrededor de mi cuerpo. En realidad es un pensamiento dentro de mi cabeza que aún revive esos mágicos momentos en que su corazón y el mío se ponían de acuerdo para latir.
Su sola mirada me podía transportar a tierras inimaginables, me daba la confianza de poder brincar cada piedra en el camino de la vida. Esos ojos hoy no me dicen nada, si los vuelvo a ver por la calle quizá no los reconozca. Pero mi corazón siempre sabrá que él fue la persona a la cual yo me entregué de una manera tan pura, tan sincera, tan genuina.
El tiempo lo cura todo, cada segundo duele menos su ausencia, sigo mi vida, el sol sale cada mañana y en las noches una hermosa luna y un cielo con estrellas lo sustituye. El mundo sigue igual, con sus mismos problemas y sin sus mismas soluciones.
Sigo en la universidad, mi gran sueño es llegar a ser periodista, trabajo día a día (y unas cuantas noches también) para lograr mi meta. Tengo tantos planes, tantos sueños por cumplir. Levantarme con una sonrisa dibujada en mis labios es un buen inicio para continuar.
Unos pocos momentos definen el rumbo mi vida, días que pasan sin que suceda algo verdaderamente relevante. Pero cuando acontecen situaciones dignas de mención vale la pena gritarlas.
Hoy, ya no lo amo, sólo quedan los recuerdos añejados al paso de los días que se entierran en mi corazón. Esos segundos en que sus labios y mis labios callaban al mundo, esos besos que hoy no provocan absolutamente nada en mí me hacen pensar si en realidad valió la pena, en dónde se quedó ese inmensurable amor que yo le tenía, al final con qué me quedé, en ocasiones creo que con nada.

1 comentario:

  1. Wow hee melissa jejeje no entiendo por que me gusta si mi vida es solo para la ciencia pero de igual espero poder compartir también mis nostalgias y mis euforias en tu blog un beso jijiji

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